#ElPerúQueQueremos

Sálvese quién pueda

O la campaña política

Publicado: 2014-09-17


La campaña política peruana merece un análisis aparte del que merecen los candidatos que postulan a las alcaldías de distritos y ciudades. Por eso no hablaré hoy de candidatos con nombres propios, y me centraré en su campaña.

Es interesante la política peruana, porque nadie parece tener la intención de querer tomársela en serio. Y eso está bien. Frente a la pátina de seriedad con la que los corruptos partidos europeos pretenden barnizarse, la política peruana solo se disfraza, por ejemplo, de Obi Wan Kenobi.

En España, y en toda Europa (excepto en Rusia), se juega todavía a que los partidos políticos tradicionales pintan algo en el damero de un control copado por manos privadas, a que sus actos responden a algún tipo de interés cívico y a que sus campañas están movidas por algo más elevado que el simple acceso al poder. Aquí no.

En el Perú existe una alarmante falta de consciencia cívica y pública. La sociedad peruana se ha configurado, por razones que intentaremos explicar otro día, en un sálvese quien pueda de proporciones estatales, en el que cada uno vela, literalmente, por su culo, y nada más que por su culo. Un paseo por Lima y sus calles cerradas con rejas a modo condominio súbitamente privado en medio de un espacio público dan prueba de ello.

La sociedad limeña (un cuarto de la población total peruana) está completamente organizada en torno al interés privado, y eso tiene que reflejarse en la política. Se refleja en sus candidatos, que están personalizados, carecen de directrices partidarias, pasan de proponer un programa electoral y, por supuesto, velan solo por su culo a la hora de hacer campaña.

También se nota en los ciudadanos, que han dimitido de la exigencia al político de forma alarmante. No hay manifestaciones, no hay quejas y no hay propuestas. Donde con más claridad se cristaliza esta afirmación es en la frase que anda de moda ahora por estas tierras: "Que robe, pero que haga obras". Se da tan por hecha la corrupción en el gobierno que solo se exige al burócrata de turno que ponga ladrillos visibles de forma suficiente como para que ese robo se justifique.

Pero la lógica no es solo esa. Bajo el "Roba pero hace obras" yace, de nuevo, esta concepción de la política, en la que lo público no es lo social si no lo tangible. De lo público, de nuestra moral, de nuestras costumbres, de nuestra comunidad, de nuestras reglas, de nuestro espacio. De nuestro condominio, nos ocupamos nosotros, señor alcalde, usted encárguese solo de que, al final de sus cuatro años de gobierno, haya asfaltado el camino hasta esta calle privada en la que yo ya me pago mi propia seguridad. El resto del tiempo, y fuera de mi calle, haga usted lo que le venga en gana. Y el alcalde, por supuesto, responde que sí encantado.


Escrito por

David León Himelfarb

Periodista de pacotilla y barcelonés haciendo esfuerzos por entender la sociedad peruana.


Publicado en